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Errante .

Cuando estoy mal siento la necesidad de volver. De volver a mi viejo refugio, en el que me sentía protegida. Sé la dirección exacta (no fui capaz de olvidarla). No sé si la puerta estará abierta porque al irme el portazo la debe haber cerrado bien cerrada. Pero confío en que las ventanas no las trabé. El problema es que no tengo idea de si es ésto lo que quiero hacer, pero se me complica para encontrar otro lugar donde quedarme. Probé en muchas casitas mejores, o eso aparentaban, pero ninguna logró darme lo que mi viejo y descuidado refugio me ofrecia, en ninguna me sentí tan segura, a ninguna la cuidé para que me acepte. Probablemente sea por mi idea fija de aquel casi olvidado lugar. Supongo que si libero mi mente puedo llegar a ser tan feliz como lo fui en algun momento, pero me cuesta tanto. Y cada camino, cada sendero, cada carretera que tomo resulta sin salida. Termina. Tal vez debería construir lo que queda de camino, derribar la pared que me impide seguir recorriendo. Errante, así voy. Sin tener ni una mínima esperanza de llegar a algun lugar. Y camino, y corro, y a veces me detengo pero jamás reconozco los paisajes. No me veo en ningun mapa. No existo. Y no voy a volver a mi viejo pueblo, a mi viejo hogar. No lo haré. Voy a seguir, voy a tropezar y a lastimarme porque eso es lo que hago. Como una pobre estúpida sigo con la esperanza de que me acepten en alguna ciudad, en algun sitio.

Ahora estoy sentada en el cordón, algo de barro ensucia mis zapatos y la mochila me apuntala la espalda. El frío hace gruñir a mis dedos pero no dejo de escribir. Está atardeciendo. La sombra congela y el anaranjado rayo calefactor se esconde cada vez más en el asfalto, en los árboles que a lo lejos asoman. Levanto la mirada, aguada como los charcos que me rodean, un desierto superpoblado de hogares se refleja en el azul de mis ojos. Nada me convence. Nada me quiere en su interior.
Bajo la mirada, un par de lagrimas juegan carrera en mis mejillas. No es nada dramático, sino más bien cotidiano.
Me decido, tomo aire, me levanto. Ajusto la mochila y acomodo mi bufanda. Por el medio de la calle alzo la cabeza reincorporando todo lo que parecía haberse ido de mi cuerpo. Emprendo viaje hacia el oeste. Buscando ese rayo de luz que se escapa, que se va en la noche.
Siguiendo al sol, una noche más, para no morir.

1 comentario:

  1. te juro que quiero comentar algo como la gente pero solamente me sale decir que me encanta cómo encontras la forma de expresar tan bien y que suene tan lindo lo que te pasa adentro.
    GENIALIDADES UNICAS son las personas como vos amigaa ♥

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