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Todo el mundo contento está, los recuerdos cesaron al fin.
Ya sé, los recreos entre el sol esperan a que el viento sople fuerte con su boca de marfil y el diluvio caiga contemplándote.
Con el río la luna oye, los claroscuros esconden perlas y es así que desde el cuerpo del volcán ya muerto, los indígenas preparan otro rayo láser para que el diluvio ya jamás los seque.
Y en qué ternura están aquellos ignorados que se duermen,
Y tanto como para no ver al menos sin ser vista: una reina.
Pero ahora bien: Puede usted mil veces golpear en sueños que puertas del diluvio no, no hay.
Si ya no la esperan a cenar en casa debe ser porque se marcha y nunca regresa por la noche.
Sin embargo, por las mañanas amanece en su cama.
La más leve brisa que recorre el patio, debe ser quién la desnuda cuando corre loca a dividirse con su boca tocando el suelo. El suelo de azahar.

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